miércoles, 26 de agosto de 2015

SIN DUDA QUE EL SEÑOR SUPERA LO QUE NOSOTROS PODAMOS PENSAR O PEDIR. GRACIAS SEÑOR.

Mi experiencia en la audiencia con Su Santidad el Papa Francisco:

Una gran emoción me embargaba cuando nos encontrábamos en la antesala de la biblioteca esperando el momento de entrar para saludar al Papa. Meses atrás, Pepe Prado, Sofía Agazzi y yo habíamos estado en la Sala Clementina para una audiencia con él por la conferencia de los movimientos eclesiales y nuevas comunidades y recuerdo que primero entramos a la sala, nos distribuyeron en la sillas previamente acomodadas y después de un tiempo Su Santidad entro por una de las puertas laterales; éramos alrededor de 120 personas.
Ahora solo estábamos los miembros del consejo internacional de las Escuelas de Evangelización San Andrés, es decir un pequeño grupo listo para ser recibido por el Papa Francisco. Enorme fue mi sorpresa cuando al cruzar el umbral de la puerta que introduce a la biblioteca donde fuimos recibidos, el Papa ya estaba esperándonos para darnos la bienvenida. Pepe me introdujo diciendo “José Luis Romero, Director Nacional de los Estados Unidos”.


Al saludarlo le expresé mi alegría por tener la oportunidad de saludarle, él me sonrió y mirándome directamente a los ojos, me transmitió su sencillez, afecto y calidez; al mismo tiempo que experimentaba como si le conociera y me conociera de siempre. Llevaba conmigo el personaje de Andrés y de pronto le miro con curiosidad y pregunto ─ ¿Qué es eso? Le respondí: es Andrés y Pepe le explicaba los signos de la red y telescopio que lleva en sus manos. Su sonrisa se agrandó mostrando su agrado por la pequeña figurita que le obsequiaba mientras que le decía que mi esposa con mucho cariño lo había hecho especialmente para él.


Antes de que me asignaran donde debía de sentarme le dije: “Su Santidad, estamos en la misma barca y no pienso bajarme de ella”. Apretó mi mano, me sonrió y fui a mi lugar asignado.
Me sorprendió que ningún elemento de seguridad, sediario pontificio o monseñor se quedara en la reunión. Éramos sólo el Papa y nosotros.

Con la sencillez que lo caracteriza nos dijo: ¿Quieren preguntar algo? ¿Qué quieren que les diga?
Un día antes habíamos ensayado la presentación de la escuela y Pepe comenzó entonces a hacerla poniéndose de pie y Su Santidad le dice: “sentadito, sentadito; y mirándonos nos dice, si quieren pueden sentarse aquí en el suelo y señalando el piso haciendo un semicírculo nos indicaba donde hacerlo. Ahora creo que hubiera sido buena idea seguir su invitación y sentarnos a su alrededor en el piso, podría asegurar que él mismo se hubiera sentado con nosotros.


Cuando terminó la presentación, el Papa nos compartió una pequeña catequesis sobre las actitudes básicas en la vida de todo cristiano: “camino, servicio y gratuidad”: “camino como un envío para anunciar”, del “servicio” porque “la vida del cristiano no es para sí mismo, es para los otros, como ha sido la vida de Jesús”. Y la “gratuidad” ya que “nuestra esperanza está en Jesucristo que nos envía así una esperanza que no decepciona nunca”.

Nos dijo que conocía de la escuela desde Glew en Argentina y que la parecía muy interesante y buena la forma en la que trabajamos. Recordó el pasaje del libro de los Hechos de los Apóstoles en el que la sirvienta Rosa le cierra la puerta a Pedro y nos pidió que nosotros no le cerráramos la puerta a Pedro.
Con un dejo de tristeza y dolor dijo: “Tengo una lista; -y lo digo con caridad además de que está ya publicado-, de las cantidades de dinero que las diócesis de los Estados Unidos han pagado y aún deben de pagar por los casos de pedofilia. Cuando el ministerio se centra en buscar las cosas para sí y no para no servir a los otros; cuando la esperanza está en las riquezas o en las pequeñas seguridades mundanas, todo esto colapsa. El Señor mismo lo hace colapsar”.

También compartió que cuando un sacerdote busca a su Obispo es porque sin duda alguna necesita algo y que triste cuando se topa con una secretaria como Rosa la sirvienta de las escrituras que no abre la puerta y en su lugar dice cosas como “si se le está quemando la parroquia llame a los bomberos”. Revisaré la agenda y le informaré cuando. ¿Le parece bien en seis meses?

Nos dijo que entendía que en algunas ocasiones por la cantidad de trabajo que como obispos se tiene, no es posible atender de inmediato a quien te busca. Cuando estas situaciones se le presentan a él, si en el momento no lo puede atender, no dejaba que pasara un día sin al menos comunicarse vía telefónica con el sacerdote que le estaba solicitando una entrevista.


De esta manera tan sencilla y confiada nos participaba de sus propias experiencias. Minutos después le entregamos unos regalos significativos de San Andrés entre los cuales me correspondió a mí darle el libro de los “Nuevos Evangelizadores para la Nueva Evangelización” y al tiempo de la entrega le decía: “Pareciera que muchas de las páginas de este libro, fueron escritas por usted Santo Padre”.

Finalmente él nos entregó un presente que atesoro profundamente sabiendo que ha sido por la gracia del Señor que tuvimos esta gran oportunidad de compartir un tiempo maravilloso con Su Santidad.

Nuevamente me sorprendió cuando se dirigió a la puerta a despedirnos uno a uno dándonos la mano.
Concluyo guardando en mi corazón esta experiencia que sin duda será imborrable y ha sido única.