Ustedes mismos son nuestra carta de recomendación; es una carta escrita en el interior de las personas pero que todos pueden leer y entender. Nadie puede negar que ustedes son una carta de Cristo, de la que hemos sido instrumentos, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; carta no grabada en tablas de piedra, sino en corazones humanos. (2Cor 3, 2-3)
El Apostol San Pablo afirma categóricamente que somos una carta de Cristo con dos características: escrita en el corazón con el Espíritu Santo y leída por todos los hombres.
A. Escrita en el corazón con el Espíritu Santo.
Somos una carta de Cristo, enviada por el mismo Señor Jesús. Somos el mensaje del Salvador del mundo. Por otra parte, esta carta no fue escrita con tinta, sino con el fuego del Espíritu Santo.
San Pablo hace alusión directa a las tablas de la Ley escritas en piedra y afirma que, en nuestro caso, la ley fue escrita en nuestros corazones. Siguiendo la idea del apostol, podemos deducir que, así como Dios escribió las tablas de la Ley en el Sinaí, nosotros somos las nuevas tablas de la Ley, de la Ley de Cristo (cfr. 1Cor 9,21).
B. Carta leída por todos los hombres.
No basta ser una carta escrita con el poder del Espíritu Santo. Es necesario ser una carta entendida, comprendida, porque respondemos a una necesidad de los hombres de este siglo, usando la metodología y pedagogía que se requiere.
Por eso no debemos preguntar si los demás nos quieren leer, o si están interesados en el mensaje escrito, y si nuestra carta está escrita en el lenguaje del siglo XXI.
Muchas veces le damos más énfasis a la carta escrita con el poder del Espíritu Santo, que al hecho de ser una carta que es leída por todos. Por eso escribimos mensajes tan densos, teológicos y doctrinales donde solamente algunos leen y apenas los teólogos entienden, en la cual pocas personas se interesan.
No basta ser escrito con sabiduría, ortodoxia y citando lo que otros ya dijeron o escribieron a través de los siglos, en los documentos conciliares, documentos pontificios y cartas de los obispos. La evangelización debe tener una metodología atractiva y cautivante, y no sólo ortodoxa y doctrinal.
¿Por qué queremos aumentar un libro más a la biblioteca de los creyentes si no va a ser leído por ellos?
Nuestra evangelización es como la de Pablo. Con palabras, pero también con testimonio de vida (cfr. 1Tes 1,5). Por lo tanto, eso no basta, necesita ser interesante, atractiva y pedagógica para la mentalidad de los hombres y mujeres de hoy en día. La iglesia no puede fracasar por el mensaje que anuncia, pero puede fracasar por la forma en que lo hace.
En este sentido, queremos resaltar el carisma de la Escuela de Evangelización San Andrés, que usa una nueva metodología para transmitir el mensaje siempre nuevo de la Palabra de Dios. La Palabra de Dios no pierde su vigor ni su eficacia, por tanto, debemos atender también la forma en que la presentamos.
La iglesia no puede fracasar por el mensaje que anuncia, pero sí puede fracasar por la forma en que lo presenta.
José H. Prado Flores