lunes, 29 de junio de 2015
NO IBA A VER AL PAPA....¡DIOS ME LO CONCEDIÓ! MI ENCUENTRO CON EL PAPA FRANCISCO
Vaticano, 11 de junio de 2015. SAN BERNABÉ, APÓSTOL.
¿Cómo describir ese momento sin recordar la antesala?
El objetivo de mi viaje a Roma estaba claro: acompañar a Liliana, mi hermana de comunidad, por razones de salud, y adelantar trabajo con el equipo San Andrés de Italia que nos recibiría en agosto próximo.
Yo ya sabía que no tenía posibilidades de participar de la Audiencia privada con el Santo Padre pues el cupo de visitantes estaba cubierto y sus datos ya habían sido presentados con la anterioridad requerida. Por lo tanto, era impensada (y tampoco pretendida) la posibilidad de “entrar”. No estaba vestida protocolarmente, no llevaba mi pasaporte, solo acompañaba. Lo que sí me movía era compartir la alegría de ese momento con todos y especialmente con Liliana pues en ella no solo estaba representada la EESA sino también toda nuestra Comunidad Parroquial, que tanto quiere al Papa y que con certeza sabe que el Señor nos guía a través de su magisterio.
En plena plaza San Pedro, Pepe (Prado Flores), manifiesta que cree que podría entrar, a lo que yo respondo: Pepe, he dejado mi pasaporte en el hotel, no estoy vestida adecuadamente, etc, etc y él, muy paternalmente me dice: Hija, si tú entras es porque el Señor te quiere hacer un regalo muy especial a ti, y yo no sé por qué. Quédate.
Creí en sus palabras y me dije… Huy!! ¿mira si entro? Se sumaban frases como ten confianza, el Señor nos sorprende… Y Liliana me dijo: para Dios nada es imposible, mientras yo repetía en mi interior, Santo Espíritu de Dios!
Los controles fueron pasando y no caía en la cuenta de que ya estaba entrando al Palacio Apostólico. Por momentos pensaba en el revuelo que hubiera hecho con mi ropa y demás detalles propios para esa visita!!; y a la vez reía al comprobar que el Señor me quería así. De repente, el patio San Dámaso, las salas y finalmente la biblioteca donde, como gesto de su humildad, Francisco ya nos esperaba de pie. Primero lo saluda Pepe, quien nos iba presentando por países a medida que pasábamos. Cuando saludo al Santo Padre, con una sonrisa que se me escapaba del rostro, le digo que lo queremos mucho, que rezamos siempre por él y él, con una alegría enorme y aprovechando ese momento personal, me dice: “No te olvides de darle un gran saludo al Padre Roberto” (que es mi párroco en Glew-Argentina); sí, sí, le digo sonriendo, él está muy feliz de que estemos acá.
En un clima de confianza filial nos habla, nos aconseja, nos comparte sus preocupaciones. Mientras guardaba todo en mi memoria afectiva, primereada por el amor de Dios, me sentía como una pequeña oveja a los pies de su pastor. Un pastor con olor a oveja que nos invita a caminar, a ponernos al servicio, a anunciar y a dar gratuitamente lo que gratuitamente hemos recibido.
¿Cómo no reparar en su invitación?, si todo es gracia del amor misericordioso de Dios, que nos ama así como somos, con un amor único y personal a cada uno y que nos da todo lo que necesitamos: nuestro tiempo, talentos y bienes para anunciar ese amor hasta los confines de la tierra. Una vez más, tengo la certeza de que el Señor jamás se deja ganar en generosidad por aquellos que comparten esos dones recibidos.
Las sorpresas no terminaban…al terminar la audiencia nos conducen por un camino que atraviesa la Capilla Redemptoris Mater, reestructurada con maravillosos mosaicos por el P. Rupnik a pedido de Juan Pablo II a partir del regalo que el Colegio Cardenalicio le hiciera por sus cincuenta años de ordenación sacerdotal. Me conocía cada detalle…había entrado tantas veces virtualmente que podría describirla y para mi sorpresa, ¡¡ estaba ahí!! ¡¡Qué hermoso!! ¡Cómo no cantar con el salmista!: ¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo?!
Queridos hermanos, querido Pepe, querida Escuela de Evangelización San Andrés, gracias a todos por esta oportunidad y por compartir mi alegría, pero sobre todo, GRACIAS POR COMPARTIR LA ALEGRÍA DE EVANGELIZAR!
¡¡SEÑOR, ALABADO SEAS!!
Margarita Galanópulos de Giudice
Parroquia Santa Ana de Glew
EESA de Argentina